Una pared blanca de concreto y la música de la tienda de discos. Un árbol lleno de rosas rojas. Un plato de frijoles negros que se derraman y se mezclan con el arroz blanco. Una silla de madera hecha a mano, pesada y de tonalidades que se mezclan con el tallado de las flores donde recuesto mi espalda. Veo el plato y recuerdo el sabor de la comida de Nico. También recuerdo sus pies quemados por el sol y sus chanclas transparentes de plástico del mercado. Ella me sirve de comer. “Pollito, come que estas muy flaca”.

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